Creando Ciudad a Pie

Trasladarse de un lugar a otro, es una actividad necesaria e inevitable que cada vez se busca se lleve a cabo con la mayor rapidez y en el menor tiempo posible, para lo cual, recurrimos al transporte público o privado, limitándonos a seguir un punto de partida y llegada que nos encierra en un vehículo como si este fuera un bunker con ruedas que transita por la ciudad y no con la ciudad, que a la vez, transforma el habitar en una monotonía que nos aísla como parte activa de la ciudad, llevándonos a dejar de lado esas necesarias relaciones interpersonales y presenciales entre urbanitas.

Es así, que el inmutable incremento de infraestructura vehicular y la masificación de automóviles, acompañada de un constante proceso de crecimiento y cambio, generado en escenarios automatizados y volubles (característicos de las ciudades), es concebido para muchos, de manera muy superficial como un punto de partida propicio para un avance eficaz de las actividades cotidianas, que sin embargo ha dejado en evidencia urbes menos humanistas e incluyentes.

Evidentemente, esto nos ha llevado a olvidarnos de uno de los más básicos gestos humanos de movilidad y porque no decir de comunicación con nuestro entorno: El Caminar, dando como resultado ciudades fragmentadas, pobladas y no habitadas, carentes de identidad, de capacidad propia para establecer procesos activos de relaciones entre ciudadanos, dejando de lado lo comunitario así como la interacción en los diferentes espacios citadinos, rurales y urbanos.

Rousseau, hace referencia al caminar como un viaje en el que pensar, existir y vivir solo pueden ser concebidos en su máxima expresión a pie, caminando: “Nunca he pensado tanto, existido y vivido, ni he sido tan yo mismo, si se me permite la frase, como en los viajes que he hecho a pie y solo” (1), y es que, el andar está determinado por un íntimo vínculo entre el ojo humano y el caminante, lo cual nos permite percibir y experimentar una relación íntima con el espacio.

De esta manera, el moverse de un lugar a otro, ya sea este vaya acompañado de pasos grandes, medianos o pequeños, resulta forma una composición de caminos únicos y efímeros que en contacto con la mirada y el lugar forjan conexiones y relaciones con el individuo, y mucho más, si éste se torna concurrente, llevándolo a apropiar e interactuar con su entorno inmediato.
Por consiguiente, al caminar propiciamos el desarrollo de historias, percepciones e interrelaciones a veces leves y otras duraderas, pero siempre propicias para generar actividad de ciudad propiamente dicha, es decir, una ciudad viva (humana) y activa.

Si al caminar levantamos nuestra mirada hacía lo que nos rodea, podemos darnos cuenta de pequeños detalles que por afán y distracción nunca antes habíamos percibido, esas líneas, planos, figuras, colores y texturas que forman parte de nuestro entorno físico, así como también esas actividades interpersonales que se realizan alrededor nuestro: la vecina colgada de la ventana, el vendedor ambulante, el músico callejero, el mimo en el parque, activistas, marchas, niños jugando y un sinfín de acciones que en realidad, son y dan significado al lugar, es decir, vemos gente apropiando ya sea consciente o inconscientemente el área en el que se encuentra permitiéndonos así al observar encontrar puntos en común, metas y aspiraciones que motiven a generar un desarrollo de carácter autónomo, didáctico, productivo y activo generado por las actividades cotidianas, abriendo tiempos para la convivencia y el desarrollo comunitario.

Sin embargo, para asegurarnos que esta interrelación urbanita-espacio público sea efectiva en las ciudades y de resultado, es necesario generar espacios capaces de captar la atención del peatón, crear ambientes atractivos idóneos para expresar el espíritu del ciudadano y del lugar fomentando de manera conjunta al entorno físico, ciudadanos activos y caminantes, que interactúan entre colectivos así como con su espacio público, mismo que debe estar acompañado de una correcta infraestructura que permita al ciudadano movilizarse de manera adecuada.

Durante los años 60, Copenhague fue una de las primeras ciudades a nivel mundial en asegurar a los peatones espacios seguros, mediante la creación de zonas peatonales exclusivas, acompañadas de una red de ciclovías y transporte público, que permitan al ciudadano sentirse motivado a apropiar y crear su ciudad a pie de manera segura y eficaz; de igual manera en 2011, la ciudad de Hamburgo, Alemania, fue nombrada Capital Verde Europea lo cual desde entonces los ha llevado a plantear un plan denominado Green Network, mismo que pretende hasta el año 2020, que cada una de sus áreas verdes se encuentren interconectadas mediante caminos peatonales que motiven a sus ciudadanos a dejar de usar el automóvil2, fomentando la creación de una ciudad caminante

Una organización que surgió en los Estados Unidos, Walk Your City, para fomentar y dotar a los ciudadanos un sentido de pertenencia hacía sus ciudades, genera mediante una serie de carteles una ruta que indica a cuantos minutos a pie se encuentran los diferentes sitios de interés, como centros culturales, bibliotecas, parques, entre otros. Permitiendo así que los ciudadanos puedan tener una idea clara de tiempos y distancias a recorrer de un lugar a otro, promoviendo las caminatas como actividad cotidiana. (Un video aquí)

Este tipo de proyectos, respalda se efectúen planes que consigan mejorar sustancialmente, ya sea a corto, mediano o largo plazo los procesos de formación en las ciudades, desde su entidad más pequeña e importante, que asegura un desarrollo autónomo de las comunidades y el urbanita, siendo ésta, una escala más humana y activa, que a su vez advierte una conformación más compacta de barrios y comunidades, los mismos que agrupados y vistos a mayor magnitud conforman las denominadas urbes y metrópolis, que se verán fortalecidas por los sustanciales vínculos sociales tangibles e intangibles entre ciudadanos.

Por consiguiente, el caminar como práctica urbana, permite la conexión e interacción del usuario con su entorno, proporcionando los elementos básicos necesarios para generar espacios públicos activos con los que una ciudad debe contar, puesto que, “No se puede llegar a forjar una realidad urbana sin la existencia de un centro, esto es, sin un agrupamiento de todo cuanto puede nacer en el espacio y producirse en él, sin encuentro actual o posible de todos los objetos y sujetos”4, es decir de cada uno de los factores urbanos externos que acompañan a un centro, los ciudadanos como gestores activos y proactivos, cívicos y comunitarios, que marcan el paso de la ciudad, con la ciudad y por la ciudad, Una ciudad viva.
Caminemos, apropiemos y vivamos nuestros espacios urbanos, seamos creadores de caminos e historias de civismo y comunidad que generen memorias que trasciendan las barreras de lo cotidiano.

Referencias:
1. Careri F., (2002), El Andar como práctica estética, Barcelona, España, Editorial Gustavo Gili
2. Plataforma Urbana, Los planes de cinco ciudades para fomentar las caminatas eficientes y seguras
3. Plataforma Urbana, Walk Your City, Ciudadanos intervienen sus ciudades para promover las caminatas
4. Lefevre, 1976.

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